ELIAS A. CAPPELEN-SMITH, EL GENIO SALITRERO

Cappelen-Smith y su genio inventivo tienen un gran significado para nuestro país y muy especialmente en la esfera económica de esta zona eminentemente minera. Quizás esto bastaría para que le consideráramos sobradamente digno de un justo y merecido homenaje. Pero don Elías tuvo en su abono además, el inalterable afecto que tuvo hacia Chile y su gente y los recuerdos imborrables de sus amigos salitreros  y el de los parajes pampinos, que durante muchas décadas lo cobijaron.
Cuenta la historia que la salvación de la Industria Salitrera Chilena, se inició producto de una pilsener y la insaciable curiosidad de este ingeniero noruego-norteamericano.
El ingeniero en cuestión, viajaba por la pampa y una incidencia cualquiera en el camino, tal vez una pana del auto, o acaso la sed de un compañero los hizo detenerse y acogerse a esa hospitalidad beduina que rige en nuestro desierto. Así fue como en el sombreado corredor de la Administración de una oficina Shanks, Cappelen-Smith ingirió a sorbos unos vasos de cerveza helada y adquirió sus primeros conocimiento sobre el salitre chileno y el oscuro porvenir que los avances del nitrato sintético les deparaba. Al partir de aquel lugar, había calmado su sed, pero no su curiosidad  recién despertada.
Había comprendido que con el mejor procedimiento hasta entonces conocido para explotar y elaborar los yacimientos naturales de caliche, la industria estaba irremediablemente perdida. Pensó... “Debe haber alguna manera de extraer el salitre de la costra calichosa en que lo entrega la naturaleza a un costo más bajo”. Y rápidamente se puso a encontrar “esa manera”. Los hermanos Guggenheim, para los cuales trabajaba don Elías en Chuquicamata, se interesaron tanto como él en sus investigaciones acerca del salitre.
Bastaron unos años y unos pocos  millones de dólares, para que  Cappelen-Smith encontrara lo que buscaba. Así fue como un 12 de agosto de 1922 en la ex-oficina Cecilia, el ingeniero probaba por primera vez sus ideas que había concebido años atrás mientras bebía a sorbo una refrescante cerveza.  Como consecuencias de su descubrimiento científico, emergieron dos gigantescas plantas salitreras María Elena y Pedro de Valdivia, que hasta el día de hoy bullen de vida en medio de las soledades del desierto, y quien sabe hasta cuánto tiempo más.
De esta manera, don Elías culminaba una fructífera carrera que había iniciado cuando tenía 19 años y era químico ayudante de la Armour and Co. en Chicago.
En 1912, vino a Chile, contratado por la Empresa Guggenheim Bros para dirigir la construcción de la gran planta cuprífera de Chuquicamata, en la cual se aplicaba tecnología por él ideada. En 1925 y por sus grandes méritos, pasó a ser miembro de la firma que lo trajo a Chile.
Era casado entonces con la dama Norteamérica Mary Ellen Condon, quien falleciera en 1927, y en cuya memoria se rebautizó la salitrera Coya Norte como María Elena.
Cuando se creó la Anglo-Chilean Consolidate Nitrate Corporation, Cappelen–Smith fue nombrado Presidente del Consejo Directivo en Chile. Posteriormente se casó con la dama chilena doña Carmen Muñoz Arlegui, con quien se radicó definitivamente en la ciudad de New York.
No es menos importante recordar que ninguna  calle de las salitreras actuales o de las ciudades que se han lucrado con el salitre y con su aporte científico conmemora su nombre.

CLAUDIO E. CASTELLON GATICA
Fundador
Museo Antropológico
Salitrera María Elena